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Se dice que el artista deambula, obsesionado con el espacio liminal del alma, donde la luz y la oscuridad se unen. Utiliza la esencia de los kanmei y los akana para revelar el corazón de quienes pinta. Cuando de pronto encontró un templo divino, pintó al Arquero Guardián que lo vigilaba. Pero aquel retrato era una imagen de ira pura... Una lección para ser fiel a uno mismo, no sea que el artista exponga lo que se esconde en tu interior.