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El arte de la guerrilla es atacar a un enemigo que tiene la guardia baja, que no está familiarizado con el terreno y que no sabe a quién, o a qué, se está enfrentando. Y el arte de ser un yordle con medio metro de altura y un cañón del tamaño de un sabueso mastín es que ningún enemigo entendería a lo que se enfrenta de todos modos.