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No confíes en los susurros que traen los vientos de las praderas, que canturrean y celebran el regreso a casa. Las almas perdidas oyen al demonio de los antiguos desiertos, supuesto salvador de los perdidos, mucho antes de sentir su horrible presencia. Sus voces claman buscando seguridad, protección. No sucumbas a la voz del demonio o acabarás enterrándote en arena y pecados, donde aguardan sus innumerables víctimas momificadas.