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Ekko, un prodigio de las implacables calles de Zaun, recurrió a la música como forma de expresarse. Su espectacular lirismo y sus conocimientos tecnológicos podrían haber sido su vía de escape, pero decidió quedarse para mejorar su barrio. Ahora resiste firmemente la tentación de la fama y la gloria, y ha acumulado seguidores entre jóvenes y aspirantes que lo consideran la personificación de su propio potencial.