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La canción de acero se mantuvo en silencio y Yasuo fue la última alma viviente en el campo de batalla, aunque imaginó poder oír los murmullos de agradecimiento de los aldeanos que había protegido. Yasuo, herido y moribundo, tocó con su flauta una última elegía evocadora. El dragón onírico descendió de la cima de la montaña, conmovido por la canción de Yasuo y le ofreció su poder...